El amor a veces llega a la vida sin que uno lo elija, sin que uno lo espere, sin que uno lo busque (por lo menos a nivel consciente). Pero es importante saber que lo que lo hace perenne en el tiempo es la conciencia del amor.
Hoy he vivido, no en carne propia, el milagro de la vida, al conocer a Isabella, una sobrina del corazón. Y me puse a pensar en que ese es uno de los momentos más felices para una madre, un padre y una familia entera. Los momentos de gozo son imborrables, nos encontramos en plenitud y nos olvidamos automáticamente de todo lo demás.
El tiempo pasa y a veces se esfuman esos pequeños (y grandes a la vez) instantes del tiempo en que nos sentimos los seres más dichosos. Si tienes tan sólo una persona a quien amar, este mundo ya tiene sentido.
Y aunque hay gente que piensa que el corazón y la mente están disociados, no hay satisfacción más grande que racionalizar al amor y saber, en todo momento, porqué amamos.