Basta, ya no quiero ser quien se oculta en la inmensidad de esta cama fría, en la que despierto temblorosa y asustada, cuando entre sueños se presenta el miedo vestido de monstruo.
Por más que sonría e intente de día alejarlo de mí, rodeándome de lo que amo, mis pensamientos pesimistas se ocultan en mi inconsciente y atacan por las noches. Me rugen, me corren, me espantan; y así me atrapan, con mis manos sudadas, con mi voz temblorosa que quiebra, de vez en cuando, en llanto. Ven y llévate mis miedos.
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domingo, 9 de agosto de 2015
domingo, 12 de julio de 2015
Cuando el alma se enferma
Cuando el alma se enferma, mi cuerpo lo sabe. No importa que me esconda detrás de mi sonrisa, mi viaje al pasado pareciera no tener límites. Quiero detener el tiempo en un eterno amanecer y despertar y encontrarme conmigo, contigo, con el amor que nunca fue y que nunca más será. Tal vez lo más triste sea la ausencia de una musa que me atrape, que me ate a una mirada. ,
Ahora qué hago con todo este amor que me sobra, a quién se lo entrego, con quién lo comparto? Me pregunto y sonrío, y lo hago por no llorar. Mis cuestionamientos son vanos, en realidad nada ha cambiado, o mejor, yo no lo hice y llevo toda mi vida tratando de ser otra.
El problema de la gente suele ser el no saber "soltar"; pero yo ni siquiera logro entender cómo debo hacer para conservar lo que amo, la vida se me escurre entre los dedos.
Ahora qué hago con todo este amor que me sobra, a quién se lo entrego, con quién lo comparto? Me pregunto y sonrío, y lo hago por no llorar. Mis cuestionamientos son vanos, en realidad nada ha cambiado, o mejor, yo no lo hice y llevo toda mi vida tratando de ser otra.
El problema de la gente suele ser el no saber "soltar"; pero yo ni siquiera logro entender cómo debo hacer para conservar lo que amo, la vida se me escurre entre los dedos.
viernes, 22 de mayo de 2015
ÁNGEL DE PASO
Es increíble como una pregunta puede (o no), hacer cambiar tu percepción del mundo. No recuerdo bien cuándo pasó ni quién era mi interlocutor, seguro habrá sido algún ángel de paso, como le llamo yo a las personas que sólo aparecen una vez en tu vida para aportarte algo valioso.
En fin, lo que quedó resonando en mi cabeza aquella vez, es el cuestionamiento de si yo era feliz. En ese momento no supe responder y, francamente, no sé hasta el día de hoy si lo habré sido o no, porque no podía percibirlo.
Así, el tiempo ha ido pasando y yo pensaba en que quería ser feliz y les cuento que lo he logrado. Porque la felicidad no se trata de un hecho del destino, que a mi me llega todo lo que cualquiera hubiese soñado, mientras que a muchos de mi alrededor no tienen mi suerte. No. Absolutamente, no.
Soy feliz porque me propongo serlo, a pesar de todos los conflictos de mi vida, de mis desaciertos, mis dudas y mis duelos.
Porque he aprendido a racionalizar mis emociones, a identificarlas, a aceptarlas, a darles el espacio que merecen (ni de más, ni de menos), y a seguir.
He escuchado a mucha gente decir que le molestan las personas dotadas de una extrema visión positiva de las cosas que le suceden, que no creen que a esas personas no les vaya mal alguna vez. Yo quiero responderles a todos ellos, que si al menos dedicaran un día de sus vidas, a cambiar su visión del mundo, serían capaces de acercarse a la felicidad.
Particularmente yo, cuando estoy triste, enojada, decepcionada o atravesando cualquier otra emoción negativa, uso una mitad de mis fuerzas en llorar, desahogarme y vaciarme de dolor (porque es algo inevitablemente necesario de expulsar) y la otra mitad se canaliza, transformada en energía positiva, en alcanzar mis objetivos de vida.
miércoles, 20 de mayo de 2015
Mi amiguito no tiene papá
El otro día, hablando de todo un poco, mi hija de seis (bueno, casi siete años), me mira y me dice: "mami, mi amiguito no tiene papá, ¿cómo es posible?". Debe haber fallecido, amor, le he contestado. A lo que ella, retrucando, me había dicho que no. "Vos no entiendes má, vos estás separada de mi papá, pero los tengo a los dos, los dos me aman, él nunca ha tenido uno".
Entonces me he quedado mirándola. "Cuando dos personas se aman tanto que ya no saben que hacer con tanto amor, le piden a Diosito un hijo para amarlo entre los dos y sabes que ese amor entre papá y mamá un día puede terminarse o no, pero el amor hacia el hijo es infinito, para toda la vida. Pero también sucede que hay mamás que no han encontrado a quién amar y sin embargo pueden pedirle a Diosito un hijo. Y Él no sólo le dá ese hijo a esa mujer, también le da fuerzas, le da valentía y le da un corazón tan grande en el que está todo lo que su nene necesita para aprender a ser feliz".
Me hubiera gustado poder contestarle algo así al menos, pero en cambio me he quedado mirándola en silencio, hasta que su sabiduría, al ver mi incomodidad ante su cuestionamiento, la ha hecho a ella cambiarme de tema.
Las decisiones adultas deben ser repensadas y premeditadas; y las respuestas deben llegar a nosotros, incluso mucho antes que sus preguntas.
martes, 28 de abril de 2015
Para estar vivos
Cuando estamos seguros a dónde vamos, no importa con qué nos encontremos en el camino. Siempre prevalecerá la fuerza interior que nos impulsa a lograr nuestros objetivos y ni siquiera digo, a pelear, porque no se trata de ir en contra de algo ni de nadie. Simplemente es buscar en la inmensidad de la vida, el lugar que nos reconforta, en el que podemos quedarnos o no, pero en el que mientras dure nuestro paso podamos estar cien por ciento seguros, que es ése y no otro el sitio en el que queremos permanecer en ese preciso instante.
Porque la vida es demasiado corta para buscar culpables, para profundizar heridas, para guardar resentimientos y experimentar el constante arrepentimiento de nuestros actos.
Prefiero no señalar al otro, elijo mirarme en él y sentir la magia de las almas que pueden encontrarse a través de las miradas, de las sonrisas, de una conversación con fundamentos o un par de palabras sin sentidos. Porque la vida es eso, lo que hacemos hoy para estar vivos.
Porque la vida es demasiado corta para buscar culpables, para profundizar heridas, para guardar resentimientos y experimentar el constante arrepentimiento de nuestros actos.
Prefiero no señalar al otro, elijo mirarme en él y sentir la magia de las almas que pueden encontrarse a través de las miradas, de las sonrisas, de una conversación con fundamentos o un par de palabras sin sentidos. Porque la vida es eso, lo que hacemos hoy para estar vivos.
martes, 21 de abril de 2015
¿Dónde estamos?
Ojalá pudiera detener el tiempo y lograr que me alcanzara para apreciar todo lo bello de esta vida. Aunque no lo niego, hay veces en que logro detenerlo en mi mente y viajo por unos instantes; y caigo cuando descubro a alguien hablándome y me doy cuenta que yo no estaba escuchando.
Puede que con un "¿cómo? no he entendido", logre convencer a la otra persona de que algo no me había quedado claro, pero en verdad no estaba prestándole atención.
En el intento de pensar, proyectar y hacer todo lo que quiero al mismo tiempo me escapo de la realidad. No responden mis sentidos ni mis reflejos, estoy en otra dimensión.
Y pienso que la vida no nos está esperando. Por el contrario, es la muerte que nos goza cuando desperdiciamos nuestros días pensando en lo que podría haber sido de nosotros.
domingo, 12 de abril de 2015
Empatía, ¿dónde?
Tratar de entender al otro no resulta una tarea sencilla porque tal vez nunca podamos crear una situación empática, porque para ello tendríamos que alejarnos de nuestra propia existencia.
Es por esto que a veces hay situaciones en las que intentamos, hasta el cansancio, descifrar qué nos habrá querido decir la otra persona, ya sea con palabras o bien con sus acciones o silencios. Es entonces cuando no sabemos si lo que estamos recibiendo es una respuesta a algún estímulo que nosotros mismos enviamos a nivel inconsciente, o si el otro simplemente piensa tan diferente que es imposible seguirlo en el tren.
Y por momentos me parece que tal vez todo sería más fácil si fuéramos capaces de decirnos las cosas de frente, mirándonos a los ojos y desnudando nuestras realidades. Pero claro que además el mundo sería un caos al estar carente de filtros, porque más allá de los desencuentros, pareciera que no a todos les gusta escuchar siempre la verdad.
martes, 31 de marzo de 2015
Ser mujer
Antes de comenzar quiero aclarar que lejos de querer emitir un discurso feminista, aunque el titulo parezca sugerirlo, quiero hablar desde mi postura de mujer porque simplemente lo soy; y por ende, no sería muy acertado que escribiese acerca de ser hombre. Chistoso pero real.
Ahora bien, ser mujer no es nada fácil, pero no quiero decir que no tenga sus partes maravillosas. A veces estamos felices, pero a veces también estamos cansadas. Cuando nos caracterizan como histéricas una vez al mes o nueve meses al año, nos duele y mucho. El dolor es físico y es emocional, porque nuestras hormonas influyen hasta en nuestras perspectivas del mundo. No es que quiera justificarme, o sí, lo que quiero es que nos comprendan un poquito. En esos momentos estamos creando vida, o bien estamos preparando a nuestro cuerpo para hacerlo algún día, o no. De todas maneras, no elegimos estar indispuestas.
Respeto a las mujeres que se quedan en la casa a criar a sus hijos y a limpiar, a esperar a su familia con la comida preparada y a cumplir con todos los quehaceres. Seguramente ellas tendrán algo para decirles al respecto, yo prefiero salir a trabajar afuera de mi casa porque necesito la conexión con el mundo exterior y el crecimiento personal, así lo siento. Y desde mi rutina, les digo que es cansador, pero a la vez, placentero.
Ahora bien, no sé cómo piensan los hombres de nosotras. No puedo saberlo porque no me parece que sean todos iguales. Como tampoco nosotras lo somos. No creo que sean todos iguales, no quiero. Tal vez en el momento en que he dado a luz a mi hijo varón, he podido ver lo maravilloso que puede llegar a ser alguien del sexo masculino. Y sé que no todo está perdido, porque gran parte de que un hombre sea un gran hombre depende de cómo lo cría su madre.
No quiero que un niño crezca con un pensamiento machista, pero tampoco feminista. Me parece que el sexismo tiene que erradicarse para que podamos aceptar las diferencias que después de todo, nos unen.
Me parece perfecto por ejemplo, que si un hombre decidiera quedarse en casa a cuidar de sus hijos y a hacer las tareas hogareñas cuando su esposa sale a trabajar, seria también acertado mientras ambos acordaran hacerlo. No es tarea sencilla la casa ni es una tarea para extraños, criar a los hijos (aunque a veces no quede otra que confiar en alguien para que nos "reemplace" unas horas.
Si queremos que los niños y niñas sean mañana hombres y mujeres de bien, no se trata de echar culpas a la sociedad y a la tecnología, se trata de no darles todo lo que piden, excepto amor. Se trata de luchar en contra de todo lo que sea necesario con tal de mantener vivos valores y principios que a nosotros mismos nos inculcaron alguna vez.
Ser mujer no es fácil en una sociedad en la que los extremos nos estiran hacia el machismo o hacia el feminismo. No quiero sumarme a ninguna lucha que vaya en contra de quién soy.
Ahora bien, ser mujer no es nada fácil, pero no quiero decir que no tenga sus partes maravillosas. A veces estamos felices, pero a veces también estamos cansadas. Cuando nos caracterizan como histéricas una vez al mes o nueve meses al año, nos duele y mucho. El dolor es físico y es emocional, porque nuestras hormonas influyen hasta en nuestras perspectivas del mundo. No es que quiera justificarme, o sí, lo que quiero es que nos comprendan un poquito. En esos momentos estamos creando vida, o bien estamos preparando a nuestro cuerpo para hacerlo algún día, o no. De todas maneras, no elegimos estar indispuestas.
Respeto a las mujeres que se quedan en la casa a criar a sus hijos y a limpiar, a esperar a su familia con la comida preparada y a cumplir con todos los quehaceres. Seguramente ellas tendrán algo para decirles al respecto, yo prefiero salir a trabajar afuera de mi casa porque necesito la conexión con el mundo exterior y el crecimiento personal, así lo siento. Y desde mi rutina, les digo que es cansador, pero a la vez, placentero.
Ahora bien, no sé cómo piensan los hombres de nosotras. No puedo saberlo porque no me parece que sean todos iguales. Como tampoco nosotras lo somos. No creo que sean todos iguales, no quiero. Tal vez en el momento en que he dado a luz a mi hijo varón, he podido ver lo maravilloso que puede llegar a ser alguien del sexo masculino. Y sé que no todo está perdido, porque gran parte de que un hombre sea un gran hombre depende de cómo lo cría su madre.
No quiero que un niño crezca con un pensamiento machista, pero tampoco feminista. Me parece que el sexismo tiene que erradicarse para que podamos aceptar las diferencias que después de todo, nos unen.
Me parece perfecto por ejemplo, que si un hombre decidiera quedarse en casa a cuidar de sus hijos y a hacer las tareas hogareñas cuando su esposa sale a trabajar, seria también acertado mientras ambos acordaran hacerlo. No es tarea sencilla la casa ni es una tarea para extraños, criar a los hijos (aunque a veces no quede otra que confiar en alguien para que nos "reemplace" unas horas.
Si queremos que los niños y niñas sean mañana hombres y mujeres de bien, no se trata de echar culpas a la sociedad y a la tecnología, se trata de no darles todo lo que piden, excepto amor. Se trata de luchar en contra de todo lo que sea necesario con tal de mantener vivos valores y principios que a nosotros mismos nos inculcaron alguna vez.
Ser mujer no es fácil en una sociedad en la que los extremos nos estiran hacia el machismo o hacia el feminismo. No quiero sumarme a ninguna lucha que vaya en contra de quién soy.
martes, 24 de marzo de 2015
Sustento
Puedo dibujar sus rostros en el aire, cuando ya no queda nada, cuando ha caído la noche y las paredes se han convertido en silencio.
Y camino a hurtadillas por cada rincón de la casa, pensando en la compañía de sus almas, aún cuando descansan, aún cuando despierto con un llanto o con un beso. O cuando temerosos se acercan a mi cama, buscando el abrazo eterno que cobije sus pesadillas.
Me siento fuerte y me siento débil. Es mi deber guiarlos, protegerlos, acunarlos. Y es mi salvación tenerlos conmigo, amarlos, sentirme amada y sentir en cada beso, en cada sonrisa, que puedo ser fuego, que puedo ser viento, marea y calma. Que no puedo darles todo lo que me pidan a veces, y que no quiero otras tantas.
No hay miseria, no hay vacío, no hay falta.
La felicidad se ha vuelto mía y también la paz, se me aparece en sueños mi imagen de niña, la proyecto en ellos, venzo mis miedos y miro a la tigresa que me besaba la frente para que durmiera tranquila. Se me vencían los ojos porque en el fondo sabía, que nada podría pasarme mientras estuviera a mi lado. Mi madre, la mujer que con el paso del tiempo descubrí tan frágil,¡tan humana! pero cubierta de un manto de amor me impartía tanto.
martes, 17 de febrero de 2015
Miedo
En el ir y venir a veces se complica
mirar hacia adentro. Seguir las propias pisadas y encontrar un
sustento que vaya más allá de mi trajinar diario, de mis dos
amores. Un día me propuse vivir por ellos y aquí estoy, haciendo
eso. Pero rara vez llega el punto, este punto en el que estoy en este
preciso momento, en el que comienzo a preguntarme quién soy y ni
siquiera hacia dónde me dirijo, sino en dónde me encuentro ubicada.
El silencio de la casa, cuando no están
ellos, me derrota, me deja conmigo a solas, como sucede pocas veces.
Y no encuentro sustento para mis días ni mis noches cuando me invade
la sensación de inseguridad, como si no fuera yo la que cuida de
ellos, como si no fuera que algún día he sido yo la que les ha dado
la vida. Son ellos, siempre y a cada momento que pasa los que me dan
la vida. Y me aterroriza la idea de no tenerlos conmigo al llegar a
casa algún día.
Me miro en el espejo y no soy la misma
cuando mi imagen se refleja sola. Me observo en las penumbras, en un
vacío profundo que me quita el hambre, el sueño. La verdad es que
no me puedo pensar sin mis hijos porque me he vuelto dependiente de
ellos, a pesar de que van creciendo y teniendo cada uno sus tiempos
sin mí.
Mi estado de vulnerabilidad me asusta
de vez en cuando, pero no persiste demasiado tiempo. Me consuela el
calor de hogar que han inventado para mí, los juguetes con los que
me tropiezo en el camino de la habitación al baño.
Quiero congelar el tiempo, o no. Quiero
dejar de conformarme con lo que tengo y suspender en el tiempo mis
fuerzas, dejar de necesitarlas. Recurrir a un abrazo eterno en el que
se funda mi felicidad con la de alguien más, pero también el miedo.
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